POR CIENTO ONCE ESTUDIO

en March 16, 2020

Somos Origen es una colección que nace para rescatar nuestras raíces, se conecta con la naturaleza y sus elementos para transmitir en cada uno de los diseños, la sabiduría de los ancestros. Narra historias de nuestros antepasados y permite que éstas nos acompañen, protejan y nos transmitan los poderosos mensajes y valores que buscan recalcar. 

Con la compra de cualquier producto de esta colección ayudaremos, junto con @Cientooncestudio, a Compartamos Con Colombia para brindar un capital semilla al desarrollo del emprendimiento de Pimenteros del Putumayo :)

MAREIWA

Los indios guajiros creen en un ser superior al que llaman Mareiwa, padre de todos, aquel quien provee lo bueno y que con sus enseñanzas los ayuda a enfrentar el mundo que los rodea. Yoruja es el espíritu de la muerte. Representa las fuerzas destructoras y a la vez poderosas. Mareiwa le dio vida a una india a la que llamó Borunka, la madre de todos los indios Guajiros. Luego, el Dios los reunió a todos y en un lugar llamado Arichi, cerca de Siapama, dio origen a las diferentes castas Guajiras que hoy existen. Tras la ceremonia, cada una de ellas recibió un tótem; un animal que simbolizaría su espíritu protector: perro, abeja, león, caballo, perdiz, serpiente.

DIOSA IGUA
En el origen, el padre repartió sus tierras entre sus hijas para que allí cada una ejerciera sus dominios. Sin embargo, se olvidó de la que reinaría sobre la Guajira, para ella no hubo tierra ni casa para ejercer su dominio. Al darse cuenta del error, el padre hizo que la Guajira brotara del fondo del mar y mandó a su hija a dominar sobre esta tierra. La Diosa Guajira se casó con Mensch, el Tiempo, y con él tuvo varias hijas. Una de ellas se casó con el Dios del Mar, Pará, con quien tuvo dos hijos, un hombre a quien llamó Juyap, que es el Invierno, y una mujer a quien llamó Igua, la Primavera. Igua se casó con el Dios de los Vientos, Jiperech, y de allí nació el pueblo Wayú.

VICTORIA REGIA
Según la leyenda amazónica, Ñaue era una india muy bella que vivía a las orillas del Amazonas. El jefe de la tribu la pretendía, pero ella a él no lo quería y por esto fue recluida en una cueva cuidada por un jaguar. Una noche de plenilunio, el felino se quedó dormido pues había bebido mucha chicha. Ñaue aprovechó la oportunidad para salir de la cueva, al encontrarse fuera y levantar sus ojos hacia el cielo, vio que el Dios Luna la miraba desde lo alto y fue tanto su asombro que quedó profundamente enamorada. Otra noche, Ñaue salió de la cueva a esperar a su amado. Cuando apareció, la India se lanzó a las aguas del río en su encuentro. El Dios Tupí, quien también estaba enamorado de ella, enloqueció de celos y la convirtió en la bella flor Victoria Regia con su gigante hoja redonda del color del amor perdido. Fue así como quedaron unidos los enamorados, quienes salen a encontrarse en las noches de plenilunio amazónicas.


FUEGO
En el principio la iguana Himo era la única que conocía el secreto del fuego. Un día el guerrero Karayabi salió de pesca y se encontró con Himo, quien asaba un pescado. La iguana le compartió comida y el guerrero quedó maravillado con su sabor. Sin embargo, al terminar, Himo apagó el fuego y se marchó rápidamente. Karayabi volvió a la aldea, contó lo sucedido y dijo que debían capturar a Himo para que les mostrara el secreto. Al encontrar la cueva, Karayabi, quien podía transformarse en lo que quisiera, se convirtió en iguana para poder pasar por la estrecha entrada y vio que a lo largo del camino había miles de palitos prendidos. Al ver a su igual, Himo le invitó a cenar y una vez terminaron, Karayabi le pidió que le obsequiara unos palitos para llevarlos a su cueva. Vacío de sospechas, Himo le entregó varias ramas, las cuales fueron luego repartidas en la tribu. Desde ese día los hombres tienen fuego y la iguana Himo sigue creyendo que es la única que puede comer pescado asado

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WALE KERU

Según cuenta la historia, la araña Wale’Kerü fue quien enseñó a tejer a la mujer guajira. Bajaba de noche y cada amanecer esta araña tejedora tenía hechos chinchorros y mochilas de todos los colores, tenía su secreto bien guardado. Una noche, Wale’Kerü recibió la visita de una niña que quería aprender a tejer. La araña la instruyó durante varias lunas, pero vio que no le era fácil definir las formas y dibujos de sus tejidos. Entonces, empezó a hacer un caminito con cada dibujo y así la niña aprendió. Wale’Kerü se enamoró de un hombre Wayú y un día desapareció con él. La niña entonces quedó con el valioso secreto del tejido entre sus manos y fue así como pasó este legado a las mujeres de su pueblo que aprendieron a tejer como la araña Wale’Kerü y es una tradición que hoy en día se pasa de mujer en mujer.

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